Autorretrato - 1912


Tamaño (cm): 55x75
Precio:
Precio de venta£204 GBP

Descripción

En el universo pictórico de Ferdinand Hodler, una figura emerge con una intensidad y fuerza cromática que captura no solo la mirada del espectador, sino también su psique. "Autorretrato - 1912" se inscribe dentro de una serie de autorretratos que el artista suizo realizó a lo largo de su vida. Este en particular, destaca por ser una obra que encapsula la esencia de Hodler tanto en su técnica como en su introspectiva mirada sobre sí mismo.

El lienzo presenta un formato casi intimidante debido a la frontalidad y proximidad del rostro del artista. Hodler se retrata con una austeridad que trasciende meramente lo físico, es un estudio de la psique y el alma. Los ojos penetrantes, marcados por una expresión que podría describirse como de serena contemplación, revelan la densidad emocional y los conflictos internos de un hombre en la cúspide de su madurez artística.

La paleta de colores utilizada es relativamente sobria; dominan los tonos terrosos y grisáceos que proyectan una atmósfera de reflexión y gravedad. Sin embargo, dentro de esta gama limitada de colores, Hodler demuestra una notable habilidad para crear textura y profundidad. Las sombras están magistralmente trabajadas, logrando que el rostro adquiera una tridimensionalidad táctil y envolvente.

El marco que rodea su cabeza está compuesto por un simple fondo neutro, lo cual direcciona toda la atención hacia el rostro del artista. Esta elección deliberada de un fondo minimalista no solo destaca su semblante sino que también invita al espectador a centrarse en los elementos expresivos de la obra: la mirada definida, las arrugas marcadas que indican experiencias vividas y la barba que aporta un aire de sabiduría y madurez.

Es importante recalcar que la obra de Hodler está profundamente influenciada por el simbolismo, y esta pintura no es la excepción. Se trata de un simbolismo que trasciende lo meramente visual, caracterizado por la búsqueda de una verdad más allá de la apariencia inmediata. Hodler, así, se presenta no solo como un hombre de carne y hueso, sino como una entidad pensante y sensible, un ser en constante diálogo con su propio ser y con el mundo que lo rodea.

La postura rígida y erguida del retratado sugiere una cierta monumentalidad y permanencia. Es, en esencia, una proclamación de existencia y presencia. Es difícil contemplar esta obra sin sentir la potente oleada de autenticidad que emana. El autorretrato actúa así como un espejo en el que se refleja la lucha interna entre el deseo de expresar un ideal de belleza trascendente y la realidad tangible de la existencia humana.

"Autorretrato - 1912" de Ferdinand Hodler es, en muchos sentidos, un testimonio de su inquebrantable compromiso con la autenticidad y la verdad en el arte. A través de su técnica meticulosa y su profunda introspección psicológica, nos ofrece una ventana hacia su alma. Y en esta ventana, cada espectador puede también, quizá, vislumbrar algo de sí mismo. Una vez más, Hodler no solo se representa a sí mismo sino que nos invita a todos a contemplar el complejo y fascinante tapiz de la experiencia humana.

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