Fragonard, siempre tan comprometido socialmente, nos retrata la vida de los más desfavorecidos en esa época. Dos franceses con peluca están columpiando a una exuberante cortesana. Uno de ellos se acuesta entre la naturaleza para ver si puede ver algo bajo esas faldas tan rococó que producen empalago.
La narrativa implícita de El Columpio, como el mejor chisme, ha contribuido a la perdurable popularidad de la pintura entre los estetas y sofisticados; el escándalo nunca pasa de moda.
El Cupido amenazante, una escultura que tiene su propia historia complicada y un conjunto de asociaciones, agrega una nota seria a la composición, con la permanencia del mármol como recordatorio de que el tiempo puede ser cruel con respecto al amor; el placer sensual celebrado en la pintura es como el clímax de un columpio en movimiento, momentáneo e insostenible. La joven en el columpio parece una flor, sus faldas como pétalos, haciendo eco en color y textura a las de los arbustos de abajo, lo que sugiere que ella, como una flor, se desvanecerá después de ser arrancada. Su belleza se vuelve más valiosa por su inminente pérdida; ella está momentáneamente iluminada pero se alejará de la luz cuando su arco se invierta. El jardín, un espacio fuera de las reglas artificiales de la sociedad, se asoció con la libertad y lo natural, realzando esta profundidad temática y permitiendo a Fragonard crear dramatismo a través de contrastes de luces y sombras.
El Columpio ocupa el puesto no. 12 en la lista de pinturas famosas