Descripción
En esta monumental pintura de 367 x 292.1 cm, un hombre se sienta en un caballo musculoso, elevándose sobre un sirviente que le pasa un casco para completar su armadura. Una inscripción en latín en la tableta que cuelga de un árbol lo identifica como "Rey de Gran Bretaña": este es Carlos I, que examina su reino.
El caballo musculoso, la armadura brillante, ¿qué dice realmente este retrato y por qué?
No hay pintura más majestuosa en la National Gallery de Londres que el retrato ecuestre de Anthony van Dyck (con el tema a caballo), pero profundamente defectuoso, políticamente inepto y desafortunado rey Carlos I, que terminó sus días decapitado en un andamio erigido fuera de Banqueting House en Whitehall, habiendo sido declarado culpable por el Parlamento inglés de ser un "tirano, traidor, asesino y enemigo público de la buena gente de la nación".
El famoso retrato ecuestre de muy grandes dimensiones y con una apasionante y rica historia. La representación del Rey transmite una imagen de poder y dignidad.
El análisis de pigmentos muestra cómo Van Dyck logró una tonalidad tenue y colores sutiles. Los tonos oscuros y planos se deben en parte a la degradación de los pigmentos, en particular el esmalte y los lagos rojos y amarillos.
Pintado antes de que se produjeran los sangrientos problemas de las guerras civiles inglesas, cuando el rey gobernó sin Parlamento, un período conocido como la regla personal (1629-1640), esta gigantesca pintura nos invita a admirar y respetar al monarca acorazado sentado sobre su majestuoso corcel.
Colocado al nivel de su estribo, el espectador se ve obligado a mirar al rey, que en realidad solo mide 5 pies y 4 pulgadas de alto. En una inspección más cercana, su rostro, en vista de tres cuartos, es una tez pálida de moderación digna. Lleva el pelo largo en el lado izquierdo (llamado “medallón”) y tiene un gran pendiente de perlas en la oreja izquierda, los cuales reflejan la moda de la corte de la época.
Carlos es representado no solo como rey, sino también como emperador de los británicos y un guerrero cristiano, que domina todo lo que observa. Es el amo de su caballo, campeón inclinador, líder de un grupo de caballeros caballerosos, gobernador de la naturaleza y el gobernante sereno y silencioso de un reino aparentemente pacífico y generoso.
Estos son algunos de los mensajes clave que el principal pintor de la corte, Anthony van Dyck, quiso transmitir en nombre de su exaltado mecenas.
No es exagerado afirmar que el artista flamenco Sir Anthony van Dyck provocó prácticamente por sí solo una revolución en la pintura de retratos en la Inglaterra de principios del siglo XVII. Esta revolución modelaría la pintura de retratos británica durante los siglos venideros, influyendo en personas como Sir Peter Lely, Sir Joshua Reynolds y Sir Thomas Lawrence.