Allison Zuckerman, una joven artista de Nueva York, vivió en carne propia una brutal caída en el precio de una de sus obras: de $212,500 a tan solo $20,160 en subasta. El desplome de su cuadro “Mujer con su mascota” no es un caso aislado; es la señal de un mercado que se desmorona para muchos artistas jóvenes que, hasta hace poco, eran las estrellas ascendentes de un ecosistema marcado por la especulación y las expectativas irreales.
La hora del Té, Allison Zuckerman
¿Qué ocurrió con el mercado del arte que prometía réditos rápidos y fama instantánea? Una respuesta yace en la naturaleza caprichosa de los coleccionistas, que parecieron perder interés con la misma rapidez con la que invirtieron fortunas en obras de artistas como Zuckerman, Emmanuel Taku y Amani Lewis. La explosión de ventas durante la pandemia, impulsada por un espejismo de ganancias fáciles, convirtió a estos jóvenes creadores en fichas de una partida financiera donde, al parecer, su talento artístico fue secundario frente al afán de lucro.
Emmanuel Taku, Apoyo de Hermanas
En 2021, coleccionistas invirtieron la desmesurada cifra de $712 millones en subastas de artistas nacidos después de 1974, en comparación con los $259 millones del año anterior. Esta burbuja, inflada por el entusiasmo de unos pocos dispuestos a arriesgar, comenzó a desinflarse en cuestión de meses. Y así, con el declive de los precios, la reputación y las esperanzas de muchos artistas también se desplomaron.
Es fácil imaginar que artistas como Amani Lewis, quien vendió una de sus obras en más de $107,000 solo para verla caer a poco más de $10,000 en una subasta reciente, se sientan como juguetes rotos de un mercado que no parece tenerle piedad a nadie. La experiencia, según él mismo admite, ha sido devastadora. ¿Cómo no verlo así, cuando su arte, esa íntima expresión de su vida y cultura, es tratado como una simple mercancía? La especulación ha convertido las galerías en casinos y los estudios en fábricas de sueños que colapsan con la misma rapidez con la que fueron inflados.
Amani Lewis
Los artistas no solo crean, también ponen en juego su vida, su historia, y un pedazo de sí mismos en cada obra. Cuando sus cuadros, que deberían ser una expresión personal, son reducidos a cifras fluctuantes en una subasta, el daño va mucho más allá de lo económico. Esta crisis plantea una cuestión fundamental: ¿en qué momento el mercado del arte dejó de valorar el arte por su contenido y pasó a valorarlo solo por su cotización?
Loring Randolph, directora de la Colección de Arte Nasher y Haemisegger, opina que el frenesí de los precios inflados llevó inevitablemente a decisiones erróneas. Los artistas jóvenes, cautivados por promesas de riqueza rápida, vendieron masivamente sus obras a especuladores que buscaban capitalizar la moda. Y ahora, con la caída de esos precios, el mercado parece haber pasado la página, dejando tras de sí carreras estancadas y promesas rotas.
En esta ruleta especulativa, los más afectados son los propios artistas, muchos de los cuales están replanteando su relación con el mercado. Zuckerman, quien vio cómo sus obras se vendían frenéticamente en subastas, ahora reflexiona sobre la pérdida de control que ella siente sobre su arte. Lewis, por su parte, ha encontrado fuerza en medio de la tormenta y se prepara para una nueva exposición en Miami, inspirada en este periodo de turbulencias. Pero, ¿qué nos dice esto sobre el futuro del arte?
Quizás, como sugiere Lewis, este es el momento perfecto para redescubrir a estos artistas en su esencia más pura. Al margen de las fluctuaciones de mercado, su obra persiste, desafiante, recordándonos que el arte no debería medirse por su valor en una subasta, sino por su capacidad para conectar, inspirar y trascender.
KUADROS © una pintura famosa en tu pared