Polinesia, el cielo 1946


Tamaño (cm): 70x45
Precio:
Precio de venta$191.600 CLP

Descripción

En el año 1946, Henri Matisse creó una obra que es tanto una celebración de la naturaleza como una expresión de libertad y simplicidad: *Polynesia, the Sky*. Esta pintura, de dimensiones modestas, 70 x 45 cm, es un perfecto ejemplo de la maestría que Matisse alcanzó en el uso del color y la forma en sus últimos años. A primera vista, la obra despliega un vibrante festín de tonalidades azules que evocan el vasto e infinito cielo polinesio, trayendo consigo una sensación de tranquilidad y serenidad, típicas del paisaje oceánico.

Al enfocarse en los detalles, se puede observar que Matisse, más que representaciones realistas, opta por siluetas y formas abstractas que flotan en el espacio pictórico. Esta técnica le permite captar no solo la apariencia de los objetos, sino su esencia misma. Las figuras, reminiscentes de aves y elementos botánicos, parecen suspenderse en un equilibrio etéreo, creando un dinamismo visual que atrapa la mirada del espectador.

Las formas fluidas y los bordes bien definidos de las figuras nos remiten a la técnica del recorte de papel que Matisse perfeccionó en su vejez, cuando la movilidad limitada lo obligó a explorar nuevas formas de expresión artística. Esta técnica, conocida como "papiers découpés", le permitió seguir creando sin las barreras del pincel y el lienzo tradicionales. En *Polynesia, the Sky*, el artista trabaja principalmente con colores planos y contrastes audaces, eliminando cualquier distracción innecesaria y enfocándose en la pureza del color y la forma.

En el contexto más amplio de la obra de Matisse, *Polynesia, the Sky* puede ser vista como un complemento y contrapunto a su otra pieza de la misma serie, *Polynesia, the Sea*. Mientras que "The Sea" enfoca su energía en las profundidades y la densidad del océano, "The Sky" se eleva en una abstracción ligera y aérea, creando un dialogo visual y temático entre ambas piezas. Juntas, encapsulan la dualidad del entorno polinesio que tanto fascinó al artista durante su estancia en Tahití.

La simplicidad engañosamente infantil de las formas logra un complejo equilibrio entre diseño y poesía visual, donde el espacio negativo (el fondo azul) juega un papel crítico en la percepción de las figuras, dando una sensación de infinito y trascendencia. Matisse logra, con una economía de medios, crear una obra que se siente viva y en constante movimiento, evocando tanto la quietud del cielo como el continuo fluir de la naturaleza.

Henri Matisse, un pionero del fauvismo, demostró con esta y otras colaboraciones tardías, como sus decoraciones para la capilla del Rosario en Vence, que la simplicidad puede ser la forma más profunda de sofisticación. En *Polynesia, the Sky*, nos ofrece un fragmento de su propia visión del mundo, una en la que el color y la forma son portadores de un significado profundo y en la que el arte puede ser tanto una aventura visual como una meditación sobre la belleza y la naturaleza.

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