Retrato De Fernando Guillemardet - 1798


Tamaño (cm): 55x85
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Descrição

El "Retrato de Fernando Guillemardet" de Francisco Goya, pintado en 1798, representa un hito dentro de la rica trayectoria de uno de los más grandes maestros del arte español. En este retrato, Goya profundiza en la representación del individuo mediante una composición que revela la personalidad y la psique del retratado. Guillemardet, amigo de Goya y un importante funcionario de la Administración de Carlos IV, se presenta con una expresión serena y contemplativa, en un claro reflejo de la confianza y la dignidad inherentes a su posición social.

La composición muestra a Guillemardet con un fondo oscuro que resalta la figura del retratado. Esta elección tonal no solo sirve para centrar la atención del espectador en el sujeto, sino que también evoca una atmósfera de introspección. La paleta que Goya emplea comprende tonos oscuros junto a matices más suaves y claros en la figura, lo que actúa para crear un fuerte contraste visual y resaltar la texturización de los tejidos del vestuario, una característica que resuena en muchas de las obras de este periodo. Este fondo monócromo realza la luminosidad del rostro y las manos de Guillemardet, elementos que son tratados con una delicada precisión, mostrando la maestría técnica de Goya en la captación de la luz y la sombra.

El tratamiento del rostro es particularmente notable, ya que Goya se adentra en una representación veraz, casi psicológica, que busca trascender la superficialidad del retrato convencional. Los ojos de Guillemardet, vivamente expresivos, parecen invitar al espectador a una conexión más profunda, a explorar no solo la figura externa, sino también el mundo interno de la emoción y la experiencia humana. Esta técnica de psicologización se convierte en una de las características más distintivas de la obra de Goya, lo que lo sitúa como un pionero en el acercamiento al retrato moderno. La manera en que las arrugas y las líneas de expresión son ejecutadas revela un respeto por la realidad física, pero también por la experiencia de vida del individuo.

En cuanto al vestuario, Goya elige un abrigo negro con un ligero brillo que añade un matiz de elegancia y sofisticación al personaje, mientras que la camisa blanca, más brillante, parece fluir suavemente, sugiriendo una vida activa y dinámica. Este contraste también puede interpretarse como un guiño a las tensiones sociopolíticas de la época, donde el arte y la política convergen de manera palpable.

El "Retrato de Fernando Guillemardet" no solo se erige como un testimonio de la habilidad artística de Goya, sino también como un reflejo de los tiempos en que fue creado. La obra encapsula el ethos de la Ilustración, que abogaba por la razón y la individualidad, mientras que al mismo tiempo presagia los cambios sociopolíticos que se avecinaban en los años posteriores. Es a través de este retrato que Goya invita a pensar en los personajes que habitan su mundo, dándole voz a la identidad y la humanidad en un período marcado por la inestabilidad y el cambio.

En definitiva, esta obra de Goya revela una complejidad y profundidad que resuena con el espectador contemporáneo, invitándolo no solo a contemplar la imagen de un hombre, sino a reflexionar sobre el significado de la existencia y la representación. A través de este retrato, Goya no solo captura la esencia de Fernando Guillemardet, sino que también plantea preguntas sobre la naturaleza del retrato y el papel del individuo en el arte y la sociedad.

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