Retrato De Un Niño Pequeño - 1888


Tamaño (cm): 60x60
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Descrizione

El "Retrato de un niño pequeño" de Paul Gauguin, pintado en 1888, es una obra que encapsula tanto la esencia del artista como los principios innovadores que marcaban el cambio en la pintura a finales del siglo XIX. Este retrato destaca tanto por su simplicidad como por la profundidad emocional que logra transmitir a través de su composición y uso del color. En el óleo sobre lienzo, Gauguin presenta a un niño de espaldas, cuyo rostro asoma suavemente por encima del amplio y vibrante fondo, casi abstracto, que evoca la inmediatez de una emoción pura y nítida.

La figura del niño es predominantemente el foco de atención, capturada con una inocente curiosidad. La decisión de Gauguin de retratarlo de espaldas se traduce en una atmósfera de misterio; el espectador se ve invitado a preguntarse sobre la identidad del niño y su mundo, una técnica que ofrece una conexión introspectiva con la pintura. Esta elección compositiva, lejos de restarle inocencia al retrato, añade un aire de contemplación y de aislamiento, sugiriendo un contraste entre la sencillez del niño y la complejidad de la vida que lo rodea.

El uso del color en esta obra es particularmente notable y revela la evolución del estilo de Gauguin. La paleta empleada es rica y vibrante, donde los tonos cálidos dominan el fondo, a la par que forman un halo alrededor de la figura del niño. Estos colores, que van desde los amarillos luminosos a los rojos profundos y los azules, no solo crean un ambiente acogedor, sino que también refuerzan la idea de un mundo lleno de sensaciones, experiencias, y el resplandor de la infancia. Gauguin, alineándose con la tradición postimpresionista, se aleja de los colores demandados por la naturaleza, prefiriendo tonalidades que expresan una realidad interpretativa y emotiva.

Dentro del contexto artístico del periodo, el "Retrato de un niño pequeño" se sitúa en el marco de las nuevas tendencias que desafiaban las convenciones académicas del arte europeo. En los años 80 del siglo XIX, Gauguin comenzó a experimentar con un enfoque más simbólico y menos representativo en su trabajo. Este retrato refleja ese camino hacia la búsqueda de una expresión artística autodeterminada, donde el artista selecciona de manera consciente su paleta y composición para evocar un impacto emocional más que un simple reflejo de la realidad.

Al observar esta obra, también es relevante señalar que Gauguin se había trasladado a Bretaña poco antes de realizarla, un movimiento que influiría Latino en su estilo. La pintura, típica de su interés por las tradiciones locales, captura no solo al niño, sino al mundo en donde habita, aunque este último permanezca en un estado de sugerencia. El uso de contornos suaves y la estructura general casi simplificada del niño contrastan con la complejidad del fondo, un movimiento que Gauguin emplearía con mayor audacia en sus posteriores obras en Tahití.

En conclusión, el "Retrato de un niño pequeño" es un reflejo brillante del temprano trabajo de Gauguin y una fuerte declaración de su evolución hacia un arte que busca más allá de lo meramente visual. Aquí, la figura infantil se convierte en un símbolo de pureza y sencillez, resonando en un mundo que se tornaba cada vez más complejo. Esta obra, aunque a menudo eclipsada por otros trabajos más icónicos de Gauguin, merecen un estudio detenido, pues encarna la transición hacia una modernidad que procuraba captar la esencia de la experiencia humana a través del color y la forma, llevándonos a una reflexión más profunda en nuestra conexión con el arte.

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