La IA identificó una obra maestra del Renacimiento. Los historiadores del arte se muestran escépticos.
No es común que el trabajo de autenticar arte haga noticia en los medios de comunicación, pero eso es exactamente lo que sucedió el año pasado cuando un equipo de investigadores en el Reino Unido determinó que una pintura anónima y centenaria, conocida como el Tondo de Brécy, probablemente fue realizada por el gigante renacentista Rafael. Fue una afirmación audaz, con potenciales implicaciones financieras enormes, pero lo que realmente captó la atención de la gente fue la tecnología que los investigadores usaron para llegar a esa conclusión: la IA.
En los últimos años, la intersección entre la inteligencia artificial (IA) y el arte ha agitado las aguas del mundo del arte de maneras previamente inimaginables. El que una vez fue un ámbito sagrado de la autenticación de arte, se ha encontrado en medio de esta revolución tecnológica, desafiando no solo la autoridad de los historiadores del arte, sino también la propia naturaleza de cómo entendemos y valoramos el arte. La audacia de la afirmación estuvo a la par con la controversia que siguió, particularmente cuando otro análisis de IA, realizado por la firma suiza Art Recognition, puso en duda esta atribución.
El análisis original, dirigido por Christopher Brooke de la Universidad de Nottingham y Hassan Ugail de la Universidad de Bradford, utilizó un modelo de reconocimiento facial para comparar a la Madonna en el Tondo de Brécy con la icónica Madonna Sixtina de Rafael. Su IA determinó una coincidencia del 97 por ciento, lo que llevó a la conclusión de que ambas obras fueron probablemente creadas por la misma mano. Este uso innovador de la IA en la autenticación de arte fue noticia, y por un breve momento, parecía que la tecnología había triunfado en un dominio tradicionalmente gobernado por el ojo entrenado de los conocedores.
El Dr. Christopher Brooke, investigador honorario de la Universidad de Nottingham, es un experto en análisis de imágenes digitales y coautor del artículo de investigación.
"Este estudio demuestra las capacidades del aprendizaje automático para determinar la probabilidad de que las pinturas de los “viejos maestros” sean del mismo artista. En este estudio de caso, la comparación facial directa arroja una coincidencia del 97 %, una probabilidad estadísticamente muy alta de que las obras de arte sean de creadores idénticos."
Dr. Christopher Brooke, investigador honorario
El profesor Howell Edwards, asesor científico honorario del de Brécy Trust, afirmó: “Nuestros análisis espectroscópicos Raman anteriores de los pigmentos, que situaron la pintura del Tondo firmemente en el siglo XVI-XVII y disiparon la idea de que fuera una copia victoriana, han sido reivindicados aún más por el análisis de reconocimiento facial de los sujetos de la Virgen con el Niño y su gran similitud con los de la Madonna Sixtina de Rafael”.
El Trust está absolutamente encantado de que esta nueva evidencia científica confirme la atribución del Tondo a Rafael, después del análisis espectroscópico Raman de sus pigmentos realizado por el profesor Howell Edwards, que confirmó su datación en el período del Renacimiento. Ilustra de manera muy convincente el valor creciente de la evidencia científica en la atribución de una pintura.
Timothy Benoy, Secretario Honorario, del deBrécy Trust
Sin embargo, la celebración fue de corta duración. El modelo de Art Recognition, que fue entrenado con una mezcla de pinturas auténticas y falsificaciones de Rafael, más tarde contradijo los hallazgos anteriores, afirmando con un 85 por ciento de certeza que el Tondo de Brécy no era obra de Rafael. Carina Popovici, fundadora de Art Recognition, defendió la metodología de su empresa, enfatizando las diferencias sutiles en lo que cada modelo de IA estaba evaluando. Esta "batalla de las IAs", como fue apodada, se convirtió en un microcosmos de los debates más amplios en torno al papel de la IA en la historia del arte.
Esta no es la primera vez que la IA ha provocado tales discusiones. La influencia de la IA ha estado creciendo silenciosamente en el mundo del arte, desde la curaduría de exposiciones hasta la identificación de obras previamente no atribuidas. Por ejemplo, se ha empleado IA para analizar el trabajo de pincel en pinturas de artistas como Rembrandt, ayudando a autenticar obras que antes eran disputadas. En 2018, investigadores de la Universidad de Rutgers usaron IA para estudiar los estilos pictóricos de diferentes artistas, revelando patrones previamente inadvertidos y potencialmente reformulando nuestra comprensión de la evolución artística.
Pero a medida que la IA se adentra más en el mundo del arte, surgen preguntas sobre los límites de la tecnología en este campo profundamente humanista. El debate no solo gira en torno a si la IA puede autenticar arte con precisión, sino también sobre si puede, o debe, reemplazar el juicio crítico que ha sido durante mucho tiempo la base de la historia del arte. Académicos como Johanna Drucker y Claire Bishop han sido vocales en su escepticismo. En su artículo de 2013, "¿Existe una 'Historia del Arte Digital'?", Drucker argumentó que aunque las herramientas digitales han hecho la historia del arte más accesible, no han alterado fundamentalmente sus metodologías centrales. Bishop, en su ensayo "Contra la Historia del Arte Digital", expresó un sentimiento similar, advirtiendo contra la reducción del arte a puntos de datos, un movimiento que vio como sintomático de una tendencia más amplia hacia la metricación del conocimiento.
Estas preocupaciones no carecen de mérito. La integración de la IA en la historia del arte ha llevado a un resurgimiento del formalismo, un enfoque en las propiedades físicas de las obras de arte en lugar de su contexto cultural. Amanda Wasielewski, profesora de humanidades digitales en la Universidad de Uppsala, advierte que este enfoque podría llevar a una comprensión limitada del arte, una que pasa por alto los ricos marcos teóricos desarrollados durante el último siglo. La capacidad de la IA para la "visualización a distancia", un método que analiza vastas cantidades de datos visuales para identificar patrones, es poderosa, pero corre el riesgo de priorizar lo cuantificable sobre lo cualitativo.
Sin embargo, a pesar de estas preocupaciones, hay una creciente aceptación de la IA como una herramienta en lugar de una amenaza. La misma Wasielewski reconoce los beneficios prácticos de la IA en tareas como la gestión de archivos y la curaduría de colecciones. Estas aplicaciones agilizan el trabajo de los historiadores del arte y los profesionales de los museos sin reemplazar su experiencia. El verdadero desafío, sugiere, es asegurarse de que estas herramientas se utilicen de manera que complementen, en lugar de eclipsar, los métodos tradicionales de investigación histórica del arte.
La reciente colaboración entre Popovici y Nils Büttner, un profesor de historia del arte alemán, es un buen ejemplo. A pesar de sus diferentes enfoques, el análisis impulsado por IA de Popovici y los métodos tradicionales de Büttner, llegaron a conclusiones similares sobre la atribución de una pintura a Anthony van Dyck. Su asociación destaca el potencial de la IA y la experiencia humana para coexistir, cada uno aportando sus fortalezas a la mesa.
A medida que la IA continúa evolucionando, el diálogo entre tecnólogos e historiadores del arte será crucial. Estas conversaciones darán forma no solo a cómo utilizamos la IA en el arte, sino también a cómo definimos el papel de la tecnología en las humanidades en un sentido más amplio. Aunque la IA ha dejado indudablemente su huella en el lienzo de la historia del arte, las pinceladas de la interpretación humana y el pensamiento crítico siguen siendo esenciales para completar la imagen.
KUADROS© realiza replicas de pinturas hechas con inteligencia artificial creados por herramientas como Dalle, Midjourney y Stable Diffusion.
