Mujer Bretona - 1886


Tamaño (cm): 50x75
Precio:
Precio de venta999,00 lei RON

Descripción

La pintura "Mujer Bretona" (1886) de Paul Gauguin es una de las obras más representativas de su exploración del mundo rural y de las tradiciones de los pueblos que habitaban la región de Bretaña, Francia. Esta obra denota un profundo interés no solamente por la figura femenina, sino también por la rica cultura local, que en ese momento se encontraba en un proceso de transición y cambio. Gauguin, un pionero del simbolismo, buscó expresar no únicamente la apariencia externa de sus sujetos, sino también la esencia de lo que representaban.

En "Mujer Bretona", Gauguin captura la figura de una mujer ataviada con un tradicional vestido regional, que posee una paleta de colores vibrante y contundente. La elección del color es fundamental en esta obra: el uso de tonalidades intensas, como el negro y el azul profundo del atuendo de la mujer, contrasta con los cálidos tonos de la piel. Gauguin hace uso de contornos bien definidos que enfatizan la figura, una técnica que le permite dar un sentido de monumentabilidad a su sujeto. Este enfoque también coincide con el interés del artista en la simplificación de formas y colores, un rasgo distintivo de su estilo cada vez más personal.

El fondo de la obra, una especie de paisaje minimalista y casi abstracto, enfatiza la figura central, creando un aura de aislamiento que resuena con el sentimiento de introspección que a menudo se asocia con las figuras femeninas en su trabajo. La elección del fondo y su reducción de detalles pueden interpretarse como una representación de la vida rural simple y la identidad cultural de la mujer bretona, elementos a los que Gauguin se sintió fuertemente atraído durante su estancia en Bretaña.

A diferencia de muchas de sus obras posteriores, que incluyen influencias más exóticas y temas complejos, "Mujer Bretona" exhibe un sentido de conexión con la tierra y una reverencia por la cultura local. En su búsqueda por dar voz a aquellos que consideraba relegados a un segundo plano en la modernidad, Gauguin no solo retrata una mujer, sino que evoca la historia de una comunidad que lucha por ser reconocida en su singularidad.

El simbolismo inherente a la representación de esta mujer no se limita a la superficie visual; es una invitación a la reflexión sobre el papel de la mujer en el contexto social y cultural de la época. La obra, en su sencillez, captura el diálogo entre lo cotidiano y lo esencial, y señala la soberanía de la figura femenina en un espacio que podría considerarse tanto íntimo como universal.

Paul Gauguin, quien más tarde se trasladaría a Tahití, ya en esta obra esboza su interés por las culturas no occidentales y las percepciones occidentales que las rodean. Su deseo de encontrar lo primitivo y lo auténtico en la representación artística puede rastrearse en esta pintura, que a la vez es un homenaje y un comentario. Mientras que su paleta y forma de componer han sido objeto de admiración y estudio, el retrato de "Mujer Bretona" se convierte en un microcosmos de la búsqueda de Gauguin por algo que trascienda lo superficial.

En conjunto, "Mujer Bretona" es un notable testimonio de la exploración de Gauguin hacia la identidad cultural y la figura femenina, que no solo representa la realidad de un tiempo y un lugar, sino que también se convierte en un vehículo para la introspección sobre el arte y su función en la sociedad. Su habilidad para fusionar el simbolismo con un sentido de realidad palpable es lo que hace de esta obra una pieza fundamental dentro del canon del arte moderno.

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