Mosca Dragón. Retrato De Vera Repina, La Hija Del Artista, 1884


Tamaño (cm): 55x75
Precio:
Precio de venta€207,95 EUR

Descripción

Ilya Repin, uno de los más destacados pintores rusos del siglo XIX, es conocido por su habilidad para retratar la psicología de sus sujetos, la complejidad de las emociones humanas y su maestría en el uso del color y la luz. La pintura "Mosca Dragón. Retrato de Vera Repina, la hija del artista", realizada en 1884, es un magnífico ejemplo de su talento. Esta obra revela tanto la intimidad familiar como la riqueza del estilo pictórico de Repin, al tiempo que invita a una reflexión profunda sobre la naturaleza del retrato en el contexto del arte ruso de la época.

El retrato muestra a Vera Repina, la hija del artista, en un momento que captura la esencia de la niñez y la inocencia. La composibilidad de la obra es notable, con Vera presentada en primer plano, lo que permite al espectador acercarse intimamente a la figura infantil. Con su mirada pensativa y su expresión serena, la niña emana una mezcla de curiosidad e introspección, cualidades que Repin supo capturar con gran efectividad. La representación de la figura humana en el arte de Repin es un aspecto fundamental en su obra, y aquí no es la excepción, donde se puede observar su atención al detalle y el cuidado en las características faciales de Vera, que otorgan vida a su retrato.

El color juega un papel vital en "Mosca Dragón". La paleta es rica y matizada, dominada por tonos cálidos que oscilan entre los dorados y los marrones, aportando una sensación de calidez y familiaridad al ambiente. Repin utiliza luces y sombras de manera experta, creando un efecto tridimensional que realza la forma de la niña y su atuendo. El vestido de Vera, en suaves tonos amarillos y crema, contrasta con el fondo oscuro, dirigiendo la mirada del espectador hacia su expresión y su sutil semblante.

Un aspecto que no debe pasarse por alto es la inclusión del símbolo del dragón en el título de la obra. Aunque no se presenta un dragón de forma literal en la imagen, su presencia puede interpretarse como un reflejo de la imaginación infantil, donde los elementos de la naturaleza y los seres mitológicos confluyen. Esta singularidad emana de la espontaneidad que caracteriza a los niños, capturada magistralmente por Repin, quien lograba transformar lo cotidiano en algo mágico mediante su pincel.

Esta pintura forma parte de un periodo en el que el movimiento realista estaba en auge, y Repin fue uno de sus principales exponentes. La habilidad del artista para tratar temas de gran carga emocional y social se observa a lo largo de toda su obra, desde sus retratos hasta sus representaciones de la vida cotidiana rusa. "Mosca Dragón" resuena profundamente en este contexto, no solo por su calidad técnica y estética, sino también por la intimidad que la obra representa, capturando un momento fugaz en la vida de una niña mientras refleja el ambiente artístico de su tiempo.

Aunque "Mosca Dragón" es un retrato personal, sus ecos son universales, resonando en la experiencia de los padres al observar a sus hijos crecer. La mezcla entre el enfoque íntimo y la maestría técnica convierte esta obra en un hito dentro de la producción artística de Repin, invitando a la contemplación y la reflexión sobre la belleza y la fragilidad de la infancia. En manos de Ilya Repin, el retrato de Vera se convierte, no solo en un documento visual, sino en un legado emocional que atraviesa el tiempo.

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