Descripción
La pintura "Chicas en el Campo" (1932) de Kazimir Malevich es una obra de magnética simplicidad que, sin embargo, alberga una profunda complejidad tanto en su composición como en su resonancia emocional y filosófica. Pintada en una etapa posterior de su carrera, esta obra se distancia de su famoso suprematismo, destacándose más por su retorno a figuras y formas reconocibles, aunque con un toque que trasciende lo meramente representacional.
La composición se centra en cuatro figuras femeninas estáticas, cuyo tratamiento estilístico resalta la influencia del primitivismo y plantea una meditación sobre la identidad y el papel de la mujer en la sociedad rural de la época. Estas figuras, de formas geométricas simplificadas y rostros casi abstractos, parecen estar inmersas en un entorno rural estilizado, lo que añade una dimensión de universalidad y atemporalidad a la escena. Este tratamiento remite al espectador al legado icónico de Malevich, que siempre ha estado comprometido con trascender lo observable para explorar conceptos metafísicos y filosóficos.
El color cobra particular importancia en esta pintura. Malevich emplea una paleta dominada por tonos terrosos y el azul del cielo, creando un contraste entre la inmovilidad de las figuras y la vastedad del campo que se extiende alrededor de ellas. Los vestidos de las chicas se representan en colores saturados, destacando contra el lienzo casi monocromático del paisaje. El rojo, el blanco y el azul de sus atuendos no solo aportan un dinamismo visual, sino que también pueden interpretarse como referencias simbólicas, quizás aludiendo a la bandera rusa y, por ende, al contexto sociopolítico de los años 30 en la Unión Soviética.
El fondo del paisaje también merece una atención particular. Las colinas onduladas y el cielo pacífico proporcionan cierta serenidad contrapuesta a la rigidez vertical de las figuras femeninas. Este contraste parece subrayar la tensión entre la naturaleza y la humanidad, un tema recurrente en muchas obras de arte de Malevich.
Aunque "Chicas en el Campo" no se adscribe plenamente a ningún estilo que definiera estrictamente a Malevich, muestra un marcado interés por la reinterpretación de la realidad rural rusa, idealizada y estilizada. La elección de focos temáticos y estéticos no puede separarse del contexto cultural y político de aquellos tiempos. En un momento en que el realismo socialista ganaba terreno, obras como esta constituyen una declaración tanto de independencia creativa como de un retorno a lo esencial en el arte.
Es imprescindible mencionar también que esta pintura sigue siendo menos conocida que sus obras suprematistas, pero no por ello menos significativa. En ella, Malevich mantiene una experimentalidad vibrante que subraya su constante búsqueda de nuevos lenguajes artísticos. Obras contemporáneas como "Los Segadores" (1930) y "El Campesino en el Campo" (1930) muestran quizás un camino intermedio entre su inclinación revolucionaria del suprematismo y un retorno a la figuración, dándole al espectador pistas sobre su transición artística.
En última instancia, "Chicas en el Campo" puede ser vista como un puente entre las abstracciones geométricas puras por las que Malevich es más conocido y un enfoque más antropocéntrico. Es una pieza tangiblemente arraigada a la tierra pero al mismo tiempo inmaterial en su búsqueda de lo universal, encapsulando así la dualidad inherente al genio de su creador.
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