Autorretrato - 1912


Tamaño (cm): 55x75
Precio:
Precio de ventaS/. 826.00 PEN

Descripción

El "Autorretrato" de 1912 de Ferdinand Hodler es una obra en la que el pintor suizo se enfrenta de manera inexorable a sí mismo, exhibiendo una mirada penetrante que parece traspasar el lienzo y alcanzar al espectador con una intensidad inusitada. La pintura, ejecutada con precisión y audacia, ofrece una ventana no solo a la apariencia física del artista, sino también a su psique.

Hodler, conocido por su estilo simbolista y una tendencia hacia la monumentalidad y la simetría, se desvía ligeramente en esta obra para ofrecer una imagen que, aunque dista de ser decorativa, mantiene su esencia de exploración de los estados internos del ser humano. En este autorretrato, Hodler se representa con una severidad y una franqueza que son innegables, características que se destacan notablemente por el uso del color y la composición.

El artista aparece con el rostro enmarcado de manera central, ocupando casi la totalidad del campo visual, lo que no deja lugar a distracciones. El fondo, de un tono oscuro y uniforme, da una sensación de infinito que permite que la figura emerja con gran fuerza. Los contornos de su cara están definidos con una precisión casi escultórica, bajo una luz que cae oblicuamente, modelando cada línea y arruga con una claridad que sugiere más que revela. Esta elección de iluminación contribuye a un efecto de introspección, donde la dureza del contraste y la fineza del detalle convocan un análisis profundo de la persona retratada.

La exploración del color es minimalista pero efectiva; Hodler utiliza un espectro restringido que va desde los oscuros profundos hasta los tonos más claros de la piel. Este uso del color evidencia una economía de medios que en ningún momento resta valor a la complejidad de la representación. El cabello y el vello facial, algo desaliñados y pintados en tonos grisáceos, sugieren una cierta intemporalidad, como si Hodler quisiera capturar no solo a sí mismo en un momento específico, sino también su existencia entera y continua.

Es de particular interés la mirada del artista. Sus ojos azules están fijos en el espectador, cargados de una mezcla de determinación, desafío y una sutil melancolía. En sus ojos, uno puede discernir una lucha interna y una búsqueda constante de la verdad, características que definen gran parte de la obra de Hodler. Estos ojos se vuelven un punto focal que da sentido y cohesión a toda la composición.

Ferdinand Hodler ha sido un artista prolífico, cuyo trabajo ha explorado temas tan variados como paisajes monumentales, escenas históricas y otros autorretratos, y cada uno ofrece una perspectiva única de su habilidad para infundir vida y significado en sus obras. El "Autorretrato" de 1912 se coloca firmemente dentro de esta tradición, como un testimonio de su genialidad técnica y profunda autodisciplina. En esta obra en particular, Hodler no sólo logra capturar su propia imagen con una veracidad sorprendente, sino que también comenta sobre la inevitabilidad del paso del tiempo y la búsqueda incansable de identidad y propósito.

Este autorretrato se convierte, entonces, en una meditación sobre la existencia misma, un tema recurrente en la carrera de Hodler. La tensión entre el detalle minucioso y la simplicidad compositiva revela un artista en pleno control de sus facultades, capaz de transformar lo personal en universal con una maestría singular.

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