Retrato De Una Mujer - 1912


Tamaño (cm): 60x75
Precio:
Precio de ventaS/. 867.00 PEN

Descripción

André Derain, figura central del movimiento fauvista, crea en 1912 una obra que se inscribe en la búsqueda de nuevas expresiones artísticas: el "Retrato de una Mujer". En esta pintura, el uso del color y la forma nos ofrecen una experiencia visual que va más allá del retrato tradicional, invitando a una reflexión más profunda acerca de la percepción y la interpretación en el arte.

La obra presenta a una mujer cuya imagen se destaca por la representación de su rostro, en el que los tonos vibrantes y las pinceladas libres predominan. El fondo, con un tono azul intenso que parece vibrar, contrasta con los matices más cálidos que derivan desde el rostro hacia el entorno. Esta elección cromática no solo capta la atención del espectador, sino que también refleja el espíritu del fauvismo, donde el color no se limita a un mero reflejo de la realidad, sino que se convierte en el vehículo emocional de la obra.

Derain utiliza una paleta rica en colores saturados que son aplicados de manera enérgica, demostrando su maestría en la manipulación del pinceleo. Los ojos de la mujer son un punto focal que atrae la mirada, enmarcados en un entorno casi abstracto que parece fluir y girar a su alrededor. Este tratamiento del fondo sugiere una especie de desdibujado o salida del foco, lo que crea una tensión entre el sujeto y su ambiente, invitando al espectador a sumergirse en la psicología del retrato.

El rostro de la mujer, aunque representado de forma simplificada, refleja una intensa expresión emocional. Derain construye una imagen que, si bien se aleja del realismo, capta una esencia de carácter y presencia. Se percibe una intimidad en el retrato, como si, a pesar de la estilización, el espectador tuviera acceso a la vida interna de la figura representada. A través de esta adequación de formas y colores, Derain retó la concepción tradicional del retrato, fomentando una conexión más subjetiva entre la obra y quien la contempla.

Contextualmente, 1912 fue un año de experimentación para Derain, en el que profundiza en temas que posteriormente continuarían explorándose en su trayectoria. El fauvismo, liderado por artistas como Henri Matisse, se caracteriza por una libertad creativa que desafía las normas del arte clásico. Esta obra se enmarca dentro de ese impulso hacia la innovación, donde se prioriza la emoción y la expresión sobre la representación exacta.

A lo largo de su carrera, Derain también realizó retratos de otros contemporáneos, utilizando técnicas similares que resaltan el juego del color y la forma. Su habilidad para capturar la esencia de una persona a través de un enfoque más arriesgado lo sitúa en un lugar destacado en la historia del arte. El "Retrato de una Mujer" no es simplemente un retrato; es una declaración sobre la búsqueda de la identidad y la individualidad en un mundo cada vez más complejo.

En resumen, el "Retrato de una Mujer" es un testimonio de la evolución del arte en el siglo XX y de la capacidad de Derain para reinventar la forma del retrato. A través de su audaz uso del color, su singular técnica y la profundidad de la expresión, la obra no solo captura la imagen de una mujer, sino que también encarna el espíritu de una época llena de cambios y redescubrimientos artísticos.

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