Mariano Goya - 1827


Tamaño (cm): 60x75
Precio:
Precio de venta¥42,500 JPY

Descripción

La obra "Mariano Goya" pintada por Francisco Goya en 1827, es un retrato que encapsula tanto la intimidad familiar como la maestría técnica del pintor aragonés, en un contexto donde el arte se encontraba en la intersección de la tradición y la modernidad. Este retrato, que representa a Mariano, el nieto de Goya, se inscribe en una serie de retratos familiares que el artista realizó hacia el final de su vida, enriqueciendo el legado visual de su propia historia personal.

Desde una perspectiva compositiva, el retrato presenta a Mariano, un niño de corta edad, en una pose que comparte tanto la rigidez del retrato tradicional como la fluidez de la vida cotidiana. El pequeño está vestido con un atuendo sencillo, caracterizado por su chaqueta de tela oscura y una camisa blanca que resalta su piel pálida, un contraste que atrae la atención del observador hacia su rostro. Este uso de la coloración no solo establece una jerarquía visual, sino que también evoca la inocencia de la infancia, mientras que al mismo tiempo parece sugerir el paso del tiempo y las transiciones que Goya mismo había vivido a través de los años.

La paleta de colores empleados en el retrato es característica de Goya en su fase tardía: los tonos terrosos y oscuros predominan, sugiriendo una atmósfera de sobriedad que contrasta con la frescura juvenil del niño. Los tonos que Goya elige no son vibrantes ni exuberantes; más bien, reflejan un enfoque intimista, creando una conexión más profunda con el espectador. La pincelada suelta y auténtica con la que Goya define los rasgos de Mariano transmite una sensación de inmediatez y vitalidad, que está impresa en la expresión casi melancólica del niño.

A través de la mirada del pequeño, el espectador es invitado a una reflexión sobre la infancia y el legado. A pesar de su juventud, el retrato parece anticipar una sabiduría innata, un rasgo que podría reflejar el modo en que Goya asimila sus propias experiencias vitales y la fragilidad de la existencia humana. Goya, que ya había pasado por múltiples tragedias personales, logra captar la esencia de un futuro incierto para el niño que tiene ante sí, mientras juega sutilmente con el simbolismo de la luz y la sombra. La cara del niño está iluminada de manera suave, jugando con la luz natural que permite resaltar su inocencia y al mismo tiempo evoca un sentido de vulnerabilidad.

Este retrato no es solo una representación de un querido familiar, sino también una declaración sobre la continuidad de la vida y el amor que trasciende las generaciones. En sus obras, Goya a menudo reflejó el carácter transitorio de la vida y la inexorable llegada de la muerte, una temática que resulta insidiosa en su arte, y que en este retrato se presenta de manera sutil.

"Mariano Goya" es un claro ejemplo del sentido de introspección que permea la obra tardía de Goya, así como su capacidad para fusionar la técnica magistral con una profunda carga emocional. Esta pintura no solo sirve como un retrato familiar, sino que también es un testimonio del legado emocional que Goya dejó no solo a su familia, sino también al mundo del arte. A través de esta obra, Goya nos recuerda la belleza y el dolor intrínsecos de la vida, encapsulando en una simple imagen la complejidad de la experiencia humana.

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