Volga - 1887


Tamaño (cm): 75x50
Precio:
Precio de venta$940.000,00 COP

Descripción

Ivan Aivazovsky, célebre maestro del mar y del cielo, nos ofrece con su obra "Volga - 1887" un espléndido testimonio de su inigualable capacidad para captar la majestuosidad del paisaje natural ruso. Aivazovsky, conocido por su dominio en la representación de ambientes marinos y celestes, en esta pintura decide rendir homenaje al río Volga, el más extenso de Europa y corazón vital de la rusidad.

La composición de "Volga - 1887" destaca por su armoniosa distribución de elementos. En primer plano, vislumbramos una modesta embarcación a vela. La barca, de tamaño pequeño, resalta por su presencia tranquila en las apacibles aguas del río. La forma en que la vela está desplegada refleja una calma solemne, evocando una jornada pacífica de navegación. Las tenues ondulaciones en el agua, capturadas con delicadeza, agregan a esta atmósfera de serenidad y contemplación.

El paisaje que se extiende en el horizonte está abundantemente detallado, con colinas onduladas que sugieren la vastedad del mundo natural más allá de lo que el ojo puede ver. La fina línea del horizonte, situada aproximadamente en el tercio inferior de la obra, otorga una profundidad expansiva a la composición, típico recurso empleado por Aivazovsky para maximizar el efecto tridimensional de sus paisajes. Este uso del espacio y de la perspectiva es característico de su estilo, siempre buscando ese equilibrio perfecto entre la inmensidad del cielo y la tierra.

Los colores empleados en "Volga - 1887" también son dignos de un análisis atento. La obra utiliza predominantemente tonos de azul y verde, que se mezclan suavemente para sugerir el frescor del agua y del follaje circundante. El azul del río refleja el cielo, logrando una paleta monocromática que a la vez es rica en matices y profundidad. La luz, tenue y difusa, sugiere las horas tranquilas del amanecer o el crepúsculo, momentos del día que Aivazovsky adoraba convertir en el escenario de sus lienzos.

En esta obra, Aivazovsky prescinde de la dinámica dramática que caracteriza gran parte de su producción, la cual suele centrarse en tormentas marinas y aguas turbulentas. En cambio, "Volga - 1887" ofrece una pausa contemplativa, una visión casi lírica de un Volga en calma. Esto es un testimonio de la versatilidad del artista, capaz de capturar tanto la furia como la quietud del agua.

Al emprender este encargo, Aivazovsky no solo documenta un segmento de la geografía rusa, sino que también transmite una profunda conexión emocional con su tierra natal. Es importante considerar que, hacia finales del siglo XIX, Rusia experimentaba una era de cambios sociales y económicos, y el arte de Aivazovsky invoca una atemporal serenidad frente a tales transiciones.

"Volga - 1887" no es solo una pintura; es una ventana hacia el alma de un río que ha sido testigo de siglos de historia rusa, una meditación visual que invita al espectador a sumergirse en una experiencia de paz y reflexión. La obra es una prueba irrefutable del genio artístico de Ivan Aivazovsky y de su capacidad para tocar las fibras más profundas de la naturaleza humana a través del espíritu y el paisaje de su amada patria.

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