Maqueta Del Monumento Iii Internacional - 1920


Tamaño (cm): 55x75
Precio:
Precio de venta$958.000,00 COP

Descripción

Vladimir Tatlin, una figura central del constructivismo ruso, nos legó obras que rompieron con los cánones tradicionales y proponían una nueva forma de interrelación entre el arte y la vida cotidiana. Su Maqueta del Monumento a la III Internacional de 1920 destaca entre ellas como una declaración audaz de sus principios estéticos y políticos. No se trata de una pintura en el sentido convencional, sino de un modelo tridimensional concebido para materializar un ideal revolucionario en el contexto tumultuoso de la Rusia post-revolucionaria.

Este modelo, concebido para la Tercera Internacional, o Comintern, es una estructura espiral monumental que desafía no solo las leyes de la física, sino también las del simbolismo arquitectónico tradicional. La propuesta de Tatlin es una torre espiralina que se alza como un caracol metálico que se retuerce verticalmente hacia el cielo, simbolizando la eterna aspiración hacia el progreso y la universalidad solidaria. De construcción extremadamente moderna para su época, la torre iba a estar conformada por una red de vigas entrelazadas, generando una estructura dinámica y transparente que se integraba y contrastaba a la vez con el paisaje urbano.

El uso del metal y el vidrio no es casual en la propuesta de Tatlin. Estos materiales no solo eran símbolo de la industrialización y el progreso técnico, sino que ofrecían una transparencia y una ligereza visual que pretendían subvertir las estructuras autoritarias de la arquitectura tradicional. Al examinar la Maqueta del Monumento, uno puede observar cómo las curvas de la estructura parecen fluir y cambiar constantemente, evocando un sentido de movimiento continuo y evolución, que es precisamente lo que los ideales de la Tercera Internacional buscaban transmitir. La torre no solo era una obra arquitectónica, sino un manifiesto político encarnado en la materia.

La ausencia de personajes en el modelo no resta significado a la obra; al contrario, refuerza su naturaleza utópica y colectiva. El monumento no está dedicado a individuos específicos, sino al espíritu revolucionario universal. Tampoco hay un uso narrativo del color, ya que la obra se enfoca más en la forma y la estructura. La neutralidad cromática del metal desnudo realza la pureza geométrica y la transparencia de la idea.

Tatlin, en su énfasis en la función sobre la forma, estaba alineado con las corrientes más radicales del arte moderno que buscaban derribar las barreras entre el arte y la vida. Su Monumento a la III Internacional fue una iniciativa que, aunque nunca se construyó a escala monumental, dejó un legado imborrable en la historia del arte y la arquitectura.

En el contexto de sus contemporáneos, el trabajo de Tatlin puede encontrarse en diálogo con las propuestas de otros revolucionarios artísticos del momento, como Kazimir Malévich, con su suprematismo, que aunque distinto en concepto, compartía con Tatlin la ruptura radical con el pasado y la búsqueda de nuevas formas de expresión artística que reflejaran una nueva realidad sociopolítica. La Maqueta del Monumento a la III Internacional, con su visión utópica encapsulada en espirales de acero y vidrio, sigue siendo una obra poderosa que nos invita a reflexionar sobre el potencial transformador del arte y su capacidad para proyectar visiones de futuro.

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