Desde la llegada del nuevo milenio, el arte ha experimentado una disolución de fronteras sin precedentes. La separación entre lo digital y lo físico, entre lo íntimo y lo público, entre el gesto artístico y el ruido cotidiano, ha colapsado en un paisaje donde la imagen es infinita, fluida y carente de anclajes fijos. En este contexto, ha surgido una generación de artistas que no solo crean en respuesta a esta condición, sino que la habitan por completo, como arquitectos de un presente perpetuo.
KUADROS © te trae estos artistas de la era post-internet que no pertenecen a una escuela unificada, pero quienes comparten una misma inquietud: cómo crear en un mundo saturado de imágenes, datos y performances espontáneas, donde el arte es solo uno más de los lenguajes visuales que compiten por nuestra atención. Algunos exploran la saturación desde dentro, otros la desmontan, y otros simplemente observan cómo el arte ha dejado de ser objeto y ha pasado a ser flujo y archivo. Lo que sigue es un recorrido por algunas de las figuras clave de este ecosistema, cada una con una voz que revela algo esencial sobre nuestra época.
Beeple: El cronista del colapso visual

Mike Winkelmann, conocido como Beeple, no es un artista tradicional, ni siquiera un artista digital convencional. Es, más bien, un compilador maniaco de la saturación contemporánea, un observador que no busca distanciarse del caos visual, sino sumergirse completamente en él.

Su obra más célebre, Everydays: The First 5000 Days, no es solo un hito en la historia de los NFTs, sino un documento histérico de la cultura visual que heredamos y producimos cada día.

En sus imágenes conviven Donald Trump, Mickey Mouse, Elon Musk, Kim Jong-un y criaturas mutantes en un frenesí visual que se siente más cercano al timeline de Twitter que al lienzo de un pintor.
Jon Rafman: El arqueólogo de la vigilancia

Si Beeple refleja la saturación, Jon Rafman escarba en sus escombros.

Su serie 9-Eyes, creada a partir de imágenes extraídas de Google Street View, transforma la vigilancia automatizada en poesía accidental.

En esas imágenes robadas al mundo real, Rafman revela momentos de extraña belleza, violencia o vacío existencial.

El mundo observado por las máquinas es un espejo frío y fragmentado, donde lo humano apenas sobrevive. Rafman encarna al arqueólogo de una memoria digital involuntaria.
Petra Cortright: Pintura en la era de la selfie

En Petra Cortright, la distancia entre el lienzo y la pantalla desaparece por completo.

Sus videos de webcam, donde juega con filtros absurdos y gestos vacíos, no son tanto una crítica como una aceptación resignada de nuestra relación narcisista con la cámara.


Al mismo tiempo, sus pinturas digitales, generadas a partir de archivos y pinceles virtuales, recuperan la intuición pictórica en un mundo donde toda imagen es provisional.
Amalia Ulman: La mentira como medio


Con Excellences & Perfections, Amalia Ulman ejecutó una de las performances más sutiles y radicales del nuevo milenio: convertir su propio Instagram en una obra de arte viva, fabricando una influencer ficticia que encarnaba todos los clichés de la feminidad aspiracional contemporánea.

Sus seguidores creyeron la ficción, porque Ulman entendió algo crucial: en la era digital, toda identidad es una performance de mercado.
Pak: El arte como código especulativo

Pak, artista sin rostro, sin identidad pública, sin biografía, representa el extremo especulativo del arte post-contemporáneo.

Sus obras son contratos, algoritmos, experimentos sobre la idea de propiedad en la era digital.

En proyectos como The Fungible Collection, Pak no solo crea arte: crea las reglas económicas que convierten ese arte en objeto de deseo y especulación.
Banksy: El fantasma de la calle

Y en medio de esta mutación digital, Banksy permanece. Aunque su obra nace en el espacio físico —la calle— su verdadero ecosistema es internet, donde cada nueva intervención circula como un meme instantáneo.

Banksy representa el primer artista global cuya existencia misma es inseparable de su viralidad, una figura cuyas obras no necesitan galerías para existir, porque su mensaje circula directamente de muro a pantalla.

Si bien Banksy encarna el último aliento del arte urbano clásico, su mensaje —sátira política, crítica al mercado, ironía ante el poder— ha sido reabsorbido por el mismo sistema que ataca.

Su obra más famosa, Girl with Balloon, no es ya una obra: es un símbolo global sin dueño, apropiado por causas, marcas y movimientos en todo el mundo.
Refik Anadol: Memorias artificiales

En el otro extremo de la escala, Refik Anadol trabaja con flujos de datos masivos para crear obras que no son solo visualizaciones, sino ecosistemas vivos.

En su serie Machine Hallucinations, Anadol alimenta a algoritmos con millones de imágenes para generar paisajes digitales soñados por la inteligencia artificial.

En su trabajo, la memoria colectiva no es humana, sino artificial y mutable, un archivo que respira y muta con cada dato nuevo.
Sophia Al-Maria: Ficción especulativa y capitalismo cultural

Con raíces en Qatar y el Reino Unido, Sophia Al-Maria trabaja en el cruce entre videoarte, ciencia ficción y crítica cultural.

En obras como Black Friday, transforma los centros comerciales vacíos en paisajes post-apocalípticos, donde el capitalismo global deja su huella incluso en el vacío. Al-Maria es cronista de una globalización que uniforma las culturas hasta convertirlas en experiencias de consumo.
Cao Fei: Distopía digital desde China

En Cao Fei, la visión post-internet adquiere un tono cultural y político específico.

Desde China, Fei explora cómo la modernización y la digitalización desintegran identidades tradicionales.


En obras como RMB City, crea ciudades virtuales donde la historia china y la cultura pop global colisionan.

Su trabajo es un retrato de una modernidad donde el pasado, el presente y el futuro conviven en una mezcla imposible de distinguir.
Trevor Paglen: Mapas de la vigilancia

Cerramos este recorrido con Trevor Paglen, cuyo trabajo revela las infraestructuras invisibles del poder digital.

Desde bases militares ocultas hasta cables submarinos y satélites espía, Paglen documenta el reverso oscuro de la conectividad global.

Su arte es un acto de visibilización, un intento de devolvernos la conciencia de que cada dato, cada imagen y cada palabra digital atraviesa un paisaje físico controlado.
Conclusión
En conjunto, estos artistas no forman un movimiento, pero sí un relato fragmentado del presente que enriquecen la cultura del mundo sustancialmente.
Cada uno, desde su trinchera —la calle, la pantalla, la nube— explora cómo el arte ya no puede ser un objeto separado de la vida. En el arte del nuevo milenio, el arte es el algoritmo, el meme, la vigilancia, la identidad ficticia y el archivo infinito, todo al mismo tiempo. Un arte sin marco, sin frontera clara, pero con una función intacta: hacernos conscientes de cómo habitamos esta era de imágenes sin fin.
Esperamos os haya deleitado el contenido de este artículo de KUADROS ©, tanto como a nosotros nos dio placer el armarlo!
KUADROS ©, una pintura famosa en tu pared.





1 comentario
Julia
What about David Salle?