La Niña de las Flores fue una de las obras más admiradas de la colección de Dulwich. La adolescente de cabello oscuro con una rosa metida en su tocado se muestra con ropa exótica: un turbante y un chal marrón con bordados plateados. Ofrece rosas rosadas y blancas al espectador, un gesto que se ha interpretado para sugerir que no son solo rosas lo que la niña está vendiendo.
Este cuadro formaba parte de un conjunto de alegorías estacionales que Murillo realizó para uno de sus principales amigos, Don Justino de Neve, canónigo de la Catedral de Sevilla. Se combinó en la colección de De Neve con una pintura de un joven sosteniendo una canasta de frutas y verduras, que representa el verano, ahora en la colección de la Galería Nacional de Escocia, Edimburgo. La Niña de las Flores, es una flora andaluza, diosa de las flores y de la primavera, esa época del año "en la que la fantasía de un joven se convierte en pensamientos de amor" (Tennyson, Locksley Hall).